Reseña de Alfonso González-Calero, en su newsletter semanal de libros de Castilla-La Mancha

ARTURO TENDERO
El principio del vuelo
Ed. Páramo; Valladolid, 2022

Arturo Tendero (Albacete, 1961) es un poeta a tiempo completo; jubilado recientemente de sus tareas docentes, su horizonte ahora está lleno de poesía, como demuestra en esta nueva entrega, publicada con pulcritud por una editorial castellanovieja que no conocíamos, Páramo. “El principio del vuelo” es un poemario de poco más de 90 páginas que condensa la vida y el ímpetu creador de Arturo; está dedicado a su amigo, el poeta y ornitólogo Antonio Cabrera, (ya fallecido) a quien admiraba profundamente.

El universo, el mundo, el cuerpo, el tiempo son otras tantas dimensiones u horizontes de la experiencia de la vida que Arturo evoca en sus textos, y en todos ellos (en casi todos) asoma el
vuelo, el despegar del suelo, el esfuerzo para tomar distancia y ver las cosas desde un poco más arriba.
La cotidianeidad, la rutina de cada vida, el amor cercano y doméstico (que es a
la vez el más real e intenso) sobrevuelan también por buena parte de la obra, imbricando suelo y cielo, tierra y vuelo, en poemas que a veces nos parecen fragmentos de un diario de un poeta recién estrenado (digo ‘recién’ como sinónimo de espontaneidad y frescura, no de bisoñez).
La urdimbre familiar (padre, madre, esposa, hijos....) son otros hitos de la vida diaria que tienen su presencia en este libro, pilares de una vida vivida y construida, agarrada y anotada en estos poemas que dan testimonio de ese esfuerzo y de esa mirada. Para terminar, dejo aquí un poema que me ha gustado especialmente: “Viaje hacia adentro”

Que mi cuerpo recuerde que es un cuerpo

Que si el hielo lo busca, que lo encuentre 

Y el cansancio, el sudor y la intemperie.

Que aprenda a merecerse los senderos 

Que cruce los umbrales y renueve

La esencia corredora que en su adentro

Desde el homo ancestral, pegada al hueso,

Sin uso, aletargada, languidece.

Que contemple también, del otro lado,

El mundo que miraba en la ventana;

Que sepa merecerse hasta la escarcha.

Que se pierda y se busque hasta aprenderse

Y que vuelva después, sudando, nuevo

Aceptando que es tiempo, y solo tiempo.